Relojes quietos, voces rotas

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Relojes quietos, voces rotas

Hoy es uno de esos días en los que las agujas no quieren moverse, permanecen quietas, impasibles, como si  le hubiesen extirpado todo lo que hay en su ser. Las voces, hilos desgarrados, se hunden en recuerdos de tu vitalidad, de tu movimiento, de todo cuanto eras. Las luces no quieren alumbrar, las notas se borran de los pentagramas, no te hacen justicia, un ser tan digno como tú merece acordes especiales. Hoy la música suena a réquiem como el ocaso del mismísimo Mozart. Las notas, llantos sin consuelo, nacen de instrumentos que deberían estar prohibidos. Tu mirada permanece fija en mi mente, me saluda, me dice con tu voz nerviosa: “Juan tienes que seguir, por mí, por Fernanda, por Nico, Carla, por tantos y tantos compañeros que hemos vivido, sufrido, reído y compartido esfuerzos. Ningún ser humano es dueño de otro, de su sino, este mundo está lleno de seres indignos y tú lo has sufrido.

Ahora no puedo enseñarte ecuaciones de segundo grado ni análisis sintáctico, ni los mapas que  poco te gustaban. Ahora solo miro al cielo y pienso que mi Claudia va a dejar el pabellón muy alto, en el otro reino. Ahora demuestra tanto como lo hiciste en este, que hasta los mismos dioses tengan envidia de tanta vitalidad. Tu profe, culo plancha como me llamabas, no te va a olvidar nunca. Haré con palabras que sigas viviendo en las memorias, que sigan recordando tu historia. Ha sido tan duro, tan trágico que todavía para la peor de las pesadillas.

Siento coraje, dolor, rabia .Te estuvimos llamando esa misma tarde. Ahora los corazones de tus compañeros y el mío arden. Es indignante ver a determinadas personas dando ruedas de prensa como si le importaras, aprovechando tu desgracia para pedir más fondos, o aquellos que solo te anotan como una mera estadística. Los que te echaron, los que te cuentan como números que favorecen sus posiciones no tienen nombre.

Te prometo, allá donde estés, que tu profesor no va a consentir que este mundo te olvide, escribiré tragedias, contaré tus vivencias, haré que las palabras mantengan incandescente tu memoria. Hasta siempre mi niña, hasta siempre mi alumna. Siempre te voy a querer y me ocuparé de que toda la gente que querías lleguen a los sitios merecidos, allí donde tu querías que estuvieran.

Este es un pequeño homenaje de parte de todos tus compañeros de clase particular y, por supuesto, de tu profe, que con lágrimas en los ojos siente como se secan las palabras. Jamás me costó tanto escribir unas pocas líneas.

J.Nortes

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